La motivación, es un estado que nos impulsa, nos da energía y nos anima a emprender acciones para conseguir metas. La desmotivación es justamente lo contrario.
Frecuentemente, escuchamos en consulta frases del tipo: “me paso el domingo pensando en que al día siguiente empieza todo de nuevo”, “los lunes me cuesta trabajo levantarme” o “me paso la semana entera deseando que llegue el viernes”.
La jornada laboral ocupa gran parte de nuestro tiempo, tendemos a sobredimensionar todo lo que nos ocurre en ese contexto e incluso nuestra satisfacción personal y salud mental dependen en gran medida de lo que ocurra en él sobre todo si nos sentimos desmotivados. La desmotivación no debe verse siempre como un estado negativo, existe la opción de percibirla como una señal de alarma que nos invita a reflexionar sobre lo que estamos haciendo y sobre qué cambios podemos introducir en nuestra rutina para alcanzar así un estado más favorable. Por tanto debemos estar atentos a señales del tipo:
- Tengo pensamientos negativos sobre el entorno o sobre mi (he fracasado, no puedo, no sé).
- Me siento apático, irritable y dicen que tengo cambios en mi estado de ánimo, que mi carácter ha cambiado. También me frustro con facilidad y no intento hacer cosas por miedo a fracasar.
- Duermo mal y arrastro continuamente una sensación de cansancio, no tengo interés por verme físicamente bien y me da pereza cuidarme.
Es evidente que no estamos viviendo la panacea del mercado laboral. El panorama actual, en muchas ocasiones no contribuye precisamente a alcanzar un buen nivel de motivación, sin embargo hay personas que son capaces de convertir el trabajo en una experiencia óptima. La verdadera satisfacción es una interacción entre uno mismo y el mundo que le rodea, sería demasiado simple pensar que por el mero hecho de tener un contexto propicio ya se es feliz, o de que con solo plantearlo interiormente, aunque tu entorno sea desfavorable, también se puede ser. Las acciones que podemos llevar a cabo con el contexto son limitadas, sin embargo, todos tenemos la posibilidad de cambiar nuestros esquemas mentales y emocionales, debemos responsabilizarnos de nuestro bienestar para así poder corregir lo que no funciona. Merece la pena autoanalizarse para poder mejorar. Como dice Víctor Küppers “uno para y repara”. (recomendamos este enlace) https://www.youtube.com/watch?v=nWecIwtN2ho&t=6s
Una buena opción a la hora de estudiarse a uno mismo, es echar mano de la filosofía Ikigai.
El Ikigai, es un concepto japonés que significa “razón de ser” o “motivación para vivir”. Maslow con su pirámide explicaba qué necesidades debía ir cubriendo el ser humano para alcanzar un estado óptimo de motivación. El objetivo del Ikigai es otro bien diferente, busca descubrir aquello en lo que somos realmente buenos, que nos reporta placer cuando lo realizamos y que a su vez aporta algo al mundo. Cuando encontramos nuestro lugar en el mundo nos sentimos plenos. Varios estudios han demostrado que las personas que dicen haber encontrado una razón de ser tienen una mayor capacidad para integrar las experiencias vitales estresantes disminuyendo así la ansiedad, y logrando una menor activación del sistema nervioso simpático durante los sucesos adversos.
Este modo de pensamiento va íntimamente relacionado con la motivación y por ende con la forma de afrontar el inicio de semana. Es por esto que merece la pena parar y pensar ¿Qué me compensa de mi trabajo? ¿Cuándo me he sentido más satisfecho y orgulloso de mí mismo en mi entorno laboral? ¿Trabajo solo por dinero?
Exponer adecuadamente en qué consiste el pensamiento Ikigai, necesitaría un trabajo mucho más amplio que abordaremos en otra entrada en la que te daremos pequeños cambios en tu día a día para alcanzar una mayor satisfacción en tu trabajo, pero no queríamos dejar pasar la oportunidad de acercarte este interesante planteamiento.
Algunas personas buscan ayuda profesional por encontrarse en momentos de crisis existencial, por no encontrar sentido a su vida o por no sentirse felices. Indudablemente, atravesamos diferentes etapas a lo largo de nuestra vida y generalmente cada etapa tiene objetivos y sentidos diferentes, es por eso que muchas veces servimos de apoyo para aclarar el camino y encontrar esa motivación que conduce a la satisfacción personal. Te proponemos que ahora al terminar de leer esta entrada busques tu Ikigai.
Hazte preguntas del tipo: ¿Con qué me siento realmente cómodo? ¿Con qué actividades el tiempo se pasa volando? ¿Qué me resulta fácil hacer? ¿Qué me gustaba hacer en mi infancia?
El secreto radica en conectar con uno mismo, encontrar lo que apasiona y averiguar cómo llevarlo a la práctica en el contexto aportándole valor a los demás. Una vez descubierto este secreto, lo demás vendrá solo.